Revista El Viajero
En unos de esos pocos días de verano en que la temperatura reinó y el viento tuvo una tregua, me dirigí a visitar el área de Cabeza del Mar en donde se destaca esta gran fuente de agua proveniente del mismo estrecho de Magallanes conformando en conjunto con el seno Otway por el poniente al Istmo de la Península de Brunswick y que los separa sólo 15 kilómetros en línea recta.
Pero estando en las cercanías de lo que fue el antiguo Hotel de Cabeza del Mar, me trajo a la memoria el recuerdo de infancia, de haber alcanzado a realizar esos eternos viajes desde Puerto Natales hacia Punta Arenas y que con caminos estrechos de tierra y ripio, y una serie de “paradas” en el camino, hacían muy pintoresco realizar estas travesías porque la gran mayoría salía de la capital de Ultima Esperanza sin conocerse y al término del viaje todos eran amigos que habían compartido horas extensas del viaje en el “micro”.
En los inviernos, la verdad es que el viaje duraba todo un día y que cada pasajero se transformaba en un ayudante para el esforzado conductor de estos transportes interurbanos, cuando los voladeros atrapaban el micro o la visibilidad era prácticamente nula para seguir avanzando. La alegría no sólo estaba definida por lo venturoso del viaje, sino que muchas veces entre los hombres fundamentalmente, venían bien “aperados” del calor que proporcionaba cualquier tipo de bebida alcohólica. Las paradas que se efectuaban del viaje desde Puerto Natales era en primera instancia en el Hotel Río Rubens, posteriormente en el Hotel Morro Chico y finalmente el “remate” del café o de la “caña” era precisamente en el Hotel de Cabeza del Mar.